Una biblia moderna del mal gusto y el desmembramiento dibujada a caballo entre el manga, la vanguardia y el cuaderno infantil.
Otro letal e implacable engendro al planeta de la deformidad y el excremento. Y anda buscando al Carantigua. El pudridero no es lo bastante grande para los dos, amigo. Ajeno a la aparición de su perseguidor, el protagonista de la saga empleará sus expeditivos métodos para escapar de las garras del Caligulón, una especie de engendro biomecánico que trata de controlar su mente… como si en la mente del Carantigua hubiera algo más que sed de sangre. La orgía de sangre y fluidos corporales alcanza cotas de manual quirúrgico, la tensión aumenta y comienza a atisbarse lo que podría ser una trama.
Johnny Ryan (Boston, 1970) es uno de los autores del panorama alternativo estadounidense más reputados y repugnantes. Sus estudios universitarios de literatura inglesa le sirvieron en gran medida para deletrear sin errores los nombres de las enfermedades venéreas y los distintos tipos de fluidos emitidos por el cuerpo humano. Hacia mediados de los años 90 comenzó a publicar por su cuenta y riesgo el cómic Juventud cabreada, donde destilaba la incorrección política más hiriente y un grafismo tan explícito como vomitivo, siempre a desenvolviéndose en el ámbito de la historia corta y la viñeta de humor gráfico. En 2009 el dibujante dio un golpe de timón creando Pudridero (Prison Pit), una serie de novelas gráficas que suponen un salto cualitativo en su producción, tanto por su evolución gráfica como por el cambio de tercio narrativo y la mutación en el tono. Pudridero provoca de todo menos risa, aunque al cerrar sus páginas no se pueda evitar la sensación de haber asistido a una gran broma. |