Había algunos piratas que eran, bueno, mujeres. Esta es su sangrienta, despiadada, contracultural e importantísima historia. El feminismo que te gusta: el de parche en el ojo.
Seis son los capítulos en que se subdivide Las mujeres piratas (1934), de Henry Musnik. En el primero se habla de las mujeres piratas del pasado. El segundo está centrado en las dos reinas de la piratería del período clásico. El tercero está consagrado a la inefable Mistress Ching, generalísima de los «ladrones», una banda de crueles piratas que asoló el mar de China a comienzos del siglo XIX. Los piratas Djoamis ocupan el cuarto capítulo, que nos traslada a latitudes cercanas al golfo de Omán, en la península de Arabia. El quinto capítulo va dedicado a la compañera de Benito de Soto Aboal, un pirata gallego decimonónico sobre el que han escrito, entre otros, Galdós, Castroviejo y Pérez-Reverte. El sexto y último capítulo glosa el perfil de Lai-Cho-San.