Lleno de imaginación enloquecida, vidas desesperadas, explotaciones mineras, freaks de todo pelaje, un pavo MUY gordo, un diminuto jockey negro (lesionado) y una mulata que se ganaba la vida fumando cigarrillos con el papo. Si ustedes son tan crewistas como yo, deberían adquirirlo sin pensar, como un reflejo automático del sistema nervioso central. Kiko Amat
La antigua explotación minera de Garden Hills ya no es lo que era. Desde que la refinería cerró sus puertas todo se ha vuelto gris. El horizonte es un borrón de ceniza, smog, hedor y escoria. Apenas se ve el cielo. Al pie de la colina ya solo quedan 12 familias pendientes de un falso rumor. Fat Man, el antiguo Señor del Fosfato, desde su fortaleza en la cumbre, no puede moverse de lo gordo que está. Lo ayuda en todo lo que puede Jester, un jockey negro lesionado que vive en una cabaña apartada en compañía de Lucy, una mulata despampanante. Todo conduce a un lento declive hacia la extinción. Pero Dolly, la joven Reina de la Belleza que logró huir en su día de aquel agujero inmundo, acaba de volver de Nueva York con un plan (y una jaula) para sacar a Garden Hills del olvido.
Harry Crews estuvo en la guerra de Corea. Durante su primer año en el ejército fue campeón de los pesos ligeros en su regimiento y le rompieron la nariz al menos 6 veces. Practicó karate durante 27 años. Su primer hijo murió ahogado. Entrenó halcones. Le gustaba la cetrería. Tenía un verso de E.E. Cummings tatuado en el brazo. Bebió mucho y se drogó lo suficiente. Hasta los 47 no tuvo su primera resaca. Admitía no ser una persona divertida. Él mismo se reía bastante poco. Todo su humor se encuentra en sus más de 20 libros. Murió en Florida, a los 76 años, por complicaciones de una neuropatía. |