La historia real de un tipo que decidió comerse su coche (y lo hizo)
“Me comeré un coche. Me comeré un coche enterito, desde el parachoques delantero al trasero…”
Fábula cruel, sátira moderna de la sociedad de consumo. Parábola truculenta y sarcástica de delirante humor negro. Un hombre se come un coche.
Zamparse un Ford Maverick de 6 cilindros con palanca de cambios convencional, sin opciones. Subido en la marquesina de un hotel, el más importante de Jacksonville en el estado de Florida, decide, con enorme excitación, llevar a cabo esta fantástica idea. Hay que trocearlo, quitar las puertas dobles de cristal, los dos pilares de cemento y cuatro ventanas de cristal laminado para poder introducir el coche en el vestíbulo y llevarlo hasta el horno-salón de baile donde Herman va a comérselo.
Harry Crews estuvo en la guerra de Corea. Durante su primer año en el ejército fue campeón de los pesos ligeros en su regimiento y le rompieron la nariz al menos 6 veces. Practicó karate durante 27 años. Su primer hijo murió ahogado. Entrenó halcones. Le gustaba la cetrería. Tenía un verso de E.E. Cummings tatuado en el brazo. Bebió mucho y se drogó lo suficiente. Hasta los 47 no tuvo su primera resaca. Admitía no ser una persona divertida. Él mismo se reía bastante poco. Todo su humor se encuentra en sus más de 20 libros. Murió en Florida, a los 76 años, por complicaciones de una neuropatía. |