Dinamitador de todos los tópicos, renovador del lenguaje, enemigo acérrimo del lugar común, su biografía supone un completo e insólito recorrido por la espina dorsal del siglo XX.
Antonio de Lara «Tono» (1896-1978) es el miembro más desconocido de la que José López Rubio bautizaría como la otra Generación del 27, la integrada por humoristas que se formaron en torno a las revistas Buen Humor y Gutiérrez, recalaron en el Hollywood dorado de la década de los treinta, pasaron la Guerra Civil tomándose a chufla la propaganda y terminaron conformando el núcleo fundacional de una revista iconoclasta que perviviría durante todo el franquismo y más allá: La Codorniz. Tras abrirse camino probando fortuna con la pintura en el París bohemio de los años veinte, Tono terminaría revolucionando junto con su amigo Miguel Mihura el teatro humorístico y la comedia cinematográfica en el adormecido panorama cultural de la España de posguerra. Pero sus actividades se extendieron mucho más allá. Tocase el palo que tocase –dibujo, cine, publicidad, novela, teatro, pintura, diseño, articulismo…– nunca renunció a sí mismo. Humor y vanguardia fueron siempre para él, y para quienes con él convivieron, una forma de entender la vida. Dinamitador de todos los tópicos, renovador del lenguaje, enemigo acérrimo del lugar común, su biografía supone un completo e insólito recorrido por la espina dorsal del siglo XX.