Ramón no es un escritor costumbrista, limitado a contar escenas o a inventar greguerías de los madriles; es el investigador del comienzo del siglo veinte, el primero que capta la llegada de la cultura del consumo y de la profunda mutación que obró en nosotros.
El bazar de Ramón recorre las primeras señales de este hallazgo (el Rastro no es un compendio de anécdotas, sino la relación del ser humano con las cosas y su tiempo: de las ruinas a los primeros grandes almacenes): «el bazar». Estas páginas indagan cómo ese nuevo mundo engendra un nuevo sujeto: la dimensión inconsciente, el deseo, ... mapa interior de quienes recorren las ciudades. Cercano a Poe, a Baudelaire y a Benjamin –quien reseña su libro El circo–, tiene más de intérprete al modo de Freud que de un pintoresco agitador literario. En su época, junto con Ortega, fue el primer cantor de la modernidad desde París a Buenos Aires, dos centros del mundo en ese tiempo.