16 Paola Villanueva | Cajón Desastre

Enero. Una mañana cualquiera en la oficina. Me escapé rápidamente a La llama a por un libro para Cris. Era sobre Satán. Al pagar, pensé: “¿Vuelvo a decirle cuánto me gusta la librería y cuánto me gustaría que mis dibujos se vendieran allí (o se expusieran, apuntando alto)?”. Y me respondí: “A riesgo de parecer un coñazo, o un poco pelota, venga, por qué no”. Y fue bien. Abi no me miró con cara rara ni se dio una situación incómoda. Todo lo contrario. Quedamos en que le enviaría un email con cosas.

Tardé varias semanas en hacerlo (¿comodín de la embarazada?), pero su respuesta no pudo ser mejor. No había ninguna exposición después de la de Dani Buch y, si lo veía viable, la sala estaba disponible toda para mí. Titubeé, lo comenté, lo medité (no mucho) y acepté. No sólo me parecía un final de fiesta estupendo antes de dar a luz, sino una oportunidad mágica para ordenar lo que había venido dibujando desde que llegué a Barcelona, hace ocho años, y compartirlo a lo analógico, sin filtros ni números a la vista.

Pero titubeé, y mucho. El foco del titubeo no era el número de obras, ni el montaje, ni temas técnicos por el estilo, Más bien, era el concepto que agruparía aquellos años de trabajo a trompicones. Dicho de otra forma, lo que me echaba para atrás era que la exposición no tuviese una línea argumental sólida. Y esto me dolía -a mí y a la académica que llevo dentro-, lo cual supongo que tenía que ver con: a) ese deje tan de la Modernidad que acostumbra a entender la historia como un decurso unitario de acontecimientos que avanzan progresivamente hacia un fin ideal (Brea, 1986); b) esas formas de entender la práctica artística y la vida en general (poco postcualitativas, como supe hace no mucho) más centradas en el "qué" que en el "cómo". Y voilà: ahí estaba el concepto de la exposición.

Con cara de satisfacción, el pecho hinchado como el de una paloma y unos ojos brillantes que gritaban "¡eurekaaa!", empecé a anotar ideas para este texto. Que si una mirada reticente al trabajo por proyectos (Groys, 2014), a esas “ciudades por proyectos” que tú y yo caminamos cada día (Boltanski y Chiapello, 2002), a la trabajadora flexible en que me he convertido (Sennett, 2007). Que si un homenaje a la dispersión, a las interrupciones, a los no-finales, a lo rizomático (Deleuze, 2010), a lo irresuelto, al pensamiento nómade (Braidotti, 2000), a lo fragmentario de la postmodernidad, a los procesos Vs. los productos (Sansi, 2015), al aprendizaje en la pérdida de rumbo (Lather, 2007), a esos cajones "desastre" que encuentran el orden en el caos.

Quizá esto explique que la nube de cuadros que hemos colgado sea como un mixtape de los temas que más me han conmovido en este tiempo, algunos de los cuales fueron el principio de proyectos o series que no llegué a desarrollar: vidas feministas (Ahmed, 2018), género y estereotipos (Despentes, 2018), división sexual del trabajo (Federici, 2018), disfuncionalidad, lo absurdo, emergencia climática, self y redes sociales, sociología y moderneo (Domínguez, 2017), creatividad y postfordismo (Comeron, 2007), infertilidad, etcétera, etcétera, etcétera. Pero no sólo los temas son como un mixtape, sino también las circunstancias en que se dieron: como doctoranda, asistenta de galería, ayudanta de investigación, becaria de diseño gráfico, diseñadora gráfica, profesora de piano, profesora esporádica en la universidad, ilustradora a ratos libres, ilustradora profesional, mujer-amiga-pareja-hermana-hija, etcétera, etcétera, etcétera.

La mirada crítica siempre estuvo ahí. Casi siempre, la ironía y el humor. Y el humor, como me explicó Abi cuando quedamos para hablar de esta exposición, tiene mucho que ver con esto del desorden, la interrupción o, en resumen, con la disrupción de una narración. Por ejemplo, alguien bajando las escaleras que, de repente, se resbala y se pega un culazo, es una narración disruptiva. Y esta narración disruptiva puede hacerte gracia. También puede hacerte pensar. Y de eso -con mucho lápiz, papel, imágenes reinterpretadas sacadas de Internet y una cucharada sopera de surrealismo-, también va esta exposición. O, al menos, esa era la idea. Haberlo conseguido, es otra historia.

Pd. Muchas, pero que muchas, gracias a La llama por la confianza y por ponérmelo tan fácil. Y muchas gracias también a ti por haber venido. Me encantará saber tu opinión: hola@paolavillanueva.com

Paola

Paola Villanueva nació en Sevilla en 1985 y es licenciada y licenciada en Bellas Artes y doctorada cum laude por la Universitat de Brcelona. Lleva más de una década trabajando como ilustradora y diseñadora gráfica para diversas marcas y publicaciones.