Lionel Shriver aplica su sagaz, irónica y feroz mirada al formato breve. Su primera e imprescindible colección de cuentos.
«Estos cuentos harán reír a los lectores en momentos en que les parecerá que no deberían hacerlo... Cada nuevo relato añade una vuelta de tuerca más» (Publishers Weekly).
Los variopintos personajes que pueblan los cuentos de Lionel Shriver viven situaciones tensas provocadas por la fijación por la propiedad. Por el empeño de poseer bienes inmobiliarios, objetos o personas. Como es habitual en la autora, las situaciones cotidianas pueden desbordarse en cualquier momento, y las personas en apariencia más cabales son perfectamente capaces de perder los papeles hasta límites insospechados.
Lionel Shriver nació en 1957, en Carolina del Norte. Periodista y escritora, estudió en la Universidad de Columbia, ha vivido en Nairobi, Belfast y Bangkok, y en la actualidad reside en Londres. Después de varias novelas, en el año 2005 ganó el prestigioso Premio Orange con Tenemos que hablar de Kevin, que se convirtió en un bestseller internacional y consagró a la autora: «Un libro muy valiente, muy arriesgado, muy trabajado y muy impactante, sin concesiones ni gratuidades, de poderoso calado literario» (José María Guelbenzu, El País). Además de esta, Anagrama también ha publicado sus siguientes novelas: El mundo después del cumpleaños: «Una escritora que va siempre a por todas» (Pablo Martínez Zarracina); «Repleta de humor inteligente» (Ramón Loureiro, La Voz de Galicia); Todo esto para qué: «Mordaz y de un humor negrísimo, después de leer a Shriver ya todas las demás nos parecen tontas e insulsas» (Gabriela Wiener, Marie Claire); «Me leí su novela anterior, El día después del cumpleaños, y no quiero dejar de leerme todo lo que hace» (Lola Beccaria, El País); «Lionel Shriver no escribe, construye bombas» (Laura Fernández, El Mundo); Big Brother: «La lucidez de Lionel Shriver nos da siempre un merecido y a ratos hilarante bofetón. Nos mantiene despiertos» (Marta Sanz, El Confidencial); y Los Mandible: «Shriver perfecciona su condición de cronista social... La autoconsciente brillantez de sus diálogos y el satírico aliento de su prosa se con-juran, como en las mejores novelas de Jonathan Franzen o Jeffrey Eugenides, a favor de sus personajes, que siempre resultan cercanos» (Sergi Sánchez, El Periódico).
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