Serializado originalmente en las páginas de El Víbora, Dr. Vértigo obtuvo el premio a la mejor obra en el Salón del Cómic de Barcelona de 1990 y no había vuelto a reeditarse desde entonces.
Alicia, 32 años. Casada sin hijos. Reina de su hogar. Su cuadro diagnóstico está por ver, pero el rosario de síntomas es importante: confusión, culpa, ansiedad, delirio, frustración…
Lo cierto es que Alicia ya no siente nada. Está vacía. Es carne de cañón.
Su última esperanza es el inefable Dr. Vértigo, especialista psiquiátrico ajeno a cualquier terapia conocida. Más allá de la hipnosis, Alicia está a punto de abismarse a pulmón libre en las aguas procelosas de su propia psique.
Martí Riera. Ciudadano libre de toda sospecha nacido en la Barcelona de 1955, detuvo su formación como arquitecto y diseñador para entregarse al medio de la historieta, que practicó mayormente en las páginas de El Víbora, mensual destinado a supervivientes de moral dudosa que vivió sus mejores tiempos durante la llamada transición española.
Tocado por el arte y la luminotecnia de pontífices del claroscuro como Chester Gould o Will Eisner, desarrolló un estilo pétreo y extrañado que tuvo sus cimas en obras como Doctor Vértigo o este Taxista, que llegó a lucir en las páginas de Raw, evangelio estadounidense del cómic alternativo y de vanguardia.
Antes, en la vorágine del underground patrio, había merodeado publicaciones y fanzines como Star, Rock Comix o Picadura Selecta. Luego, sin salir del país, se dejaría ver en Makoki, La Cruda o Nosotros somos los muertos.
Sus más febriles historias cortas, recogidas y publicadas por esta misma y originalísima casa editorial, pueden consultarse en el libro así llamado Atajos.